4.10.2009

Pequeño ensayo sobre la realidad


“Entenderemos o no entenderemos,

pero lo que vos llamás confusión

no es responsable de ninguna

de las dos cosas.”

El libro de Manuel, Julio Cortázar.



Siempre estamos tratando de idear e imaginar un mundo mejor, más justo, libre, comunitario. No podemos pasar un minuto sin criticar, analizar, destruir el mundo que tenemos. No creo que esta acción sea incorrecta, ni que no valga la pena realizarla, el problema reside en la esencia de la realidad y en su percepción.

Habría que hacer varias reflexiones sobre ella para saber entonces dónde criticar, qué analizar, qué destruir para edificar encima y, que esta construcción sea lo suficientemente sólida para que no se derrumbe, y lo suficientemente flexible para poder analizarla, criticarla y remodelarla eternamente.

A continuación presento una sugerencia de introversión tomada de El Libro de Manuel, de Julio Cortázar. El análisis que presento es una imitación y reconstrucción de las tesis ahí plasmadas y se hace una invitación a reprocharlas y contestarlas, pues sólo mediante el diálogo y la confrontación de ideas es como llegamos a un conocimiento puro.

Para entender la realidad habría que formular un primer acercamiento: existe o no existe. No hay cabida para más elucubraciones. Esta hipótesis es prácticamente incontestable, no sabemos si la realidad está o es, si viene o va. Lo único que se puede saber es que es incomprensible en esencia, y las esencias son incomprensibles en realidad. Sin embargo, la palabra esencia tiene siete letras, de las cuales cuatro son vocales y tres son consonantes y así es como sabemos que la realidad existe pero que es incomprensible.

Por lo tanto, aunque incomprensible, la realidad existe, o por lo menos ocurre o la hacemos ocurrir, en un margen de tiempo igualmente inentendible; de modo que una alegría, un sueño, una necesidad elemental nos hace olvidar y creer que es banal la primera reflexión y debemos pasar a una tercera.

La realidad está aceptada. No importa lo que sea o lo que fue, lo trascendental es aceptar que estamos instalados en ella. Entendible, absurda o falsa, la realidad es un fracaso del hombre aunque no lo sea para la naturaleza, para las tortugas y las orquídeas que viven sin preguntárselo y mueren sin saberlo.

Entonces, la realidad es una estafa y se debe cambiar. Aquí es donde entra el cemento fresco y las manos dispuestas a trabajar: hay dos salidas y cada una de ellas con sus bifurcaciones. La primera: ¿debo cambiar la realidad para mí sola? Una pregunta más bien egoísta, vieja y capitalista; en donde la respuesta será sólo un refrito (revómito) de lo ya dicho por los antiguos sabios, en donde el yo se convierte en santo, en ilusión, en muerte. Por lo tanto no creo que sea la respuesta correcta, esto no.

Hay que cambiar la realidad, pero esto debe ser hecho para todos y por todos. Es aceptar que todos deberían presentarse de igual manera, que todos son como yo; y por lo tanto, la realidad se vuelve sinónimo de humanidad. Esto significa aceptar la historia como ha sido, y nuestra obligación recae en encontrar la pista para poder darle un vuelco y regresar a lo que debe ser. El no dejar de buscar esta pista debe ser una prioridad universal. El método es la revolución, esto sí.

Esta revolución no debe regresar a los simplismos, a los ecos de siempre. Porque con esto tiende a caer en el mismo juego del dogmatismo y religiosidad. La revolución debe ser este pensamiento nuevo, innovador, que le da vida a la vida, que critica y analiza no sólo el mundo y la realidad, sino su propia esencia, sus propios dogmas y religiosidades. La revolución que debería estar en construcción, tiene que ser una revolución (un darle la vuelta a) de la propia idea de revolución, y así comenzar a crear una realidad más humana, libre, justa, comunitaria.